A Festa da Arribada, conmemorando la llegada de la Pinta a Baiona con la noticia del Descubrimiento de América

El 3 de agosto de 1492 partían del puerto de Palos de la Frontera tres carabelas: la Pinta, la Niña y la Santa María, capitaneadas respectivamente por Martín Alonso Pinzón, su hermano Vicente Yáñez Pinzón, y Cristóbal Colón. El 12 de octubre, setenta días después, un marinero llamado Rodrigo de Triana avistaría por primera vez el Nuevo Mundo desde la cofa de la Pinta.

Tras unos meses recorriendo varias islas de lo que más tarde pasaría a conocerse como el Caribe, la Santa María quedó embarrancada en la isla de la Española, y sólo la Pinta y la Niña volvieron a Europa. Ambas se separaron en las Azores y continuaron la vuelta en solitario, y fue la Pinta al mando de Martín Alonso Pinzón la primera en llegar con la noticia, arribando al Puerto de Baiona entre el 18 de febrero y el 1 de marzo de 1493 (no se sabe con certeza, lo que sí se sabe es que la noticia llegó a la Corte, que se encontraba en Barcelona, el 4 de marzo). Colón llegaría a Lisboa ese mismo día 4, y su carta tardaría dieciséis días más que la de Pinzón en llegar a los Reyes Católicos.

Todos los años se celebra el aniversario de la llegada de Martín Alonso Pinzón a Baiona. La ciudad se engalana, la zona del puerto se llena de escenarios para torneos y representaciones teatrales, y un mercado medieval inunda las calles del centro. Allá que nos fuimos el pasado sábado, en el 422 aniversario de la Arribada, a conocer Baiona y a disfrutar de tan distinguidas (y recomendables) fiestas.

Llegamos poco después del mediodía, y vimos de lejos la ofrenda de coronas frente al Monumento a Martín Alonso Pinzón (las fotos son de más tarde, ya al salir de Baiona, cuando pude ir a verlo a pie tranquilamente). El monumento, que fue donado por el Ayuntamiento de Palos de la Frontera allá por 1977, es un bonito homenaje a la persona que unió estos dos municipios para siempre.

¡Sorpresa! Había mucha más gente de la que esperábamos: los aparcamientos estaban hasta arriba y dejar el coche subido a la acera no parecía ir en contra de las normas de tráfico… Tras el susto inicial, conseguimos aparcar no demasiado lejos del núcleo de la fiesta, y además nos dimos una agradable caminata por el paseo marítimo (¡hay que ser positivo!).

Entre tanta fiesta aprovechamos para darle una vuelta al Castelo de Monterreal y al Monte do Boi, pero esa es otra historia… (Buena, por supuesto, pero se merece una entrada aparte.) Desde lo más alto tuvimos unas vistas perfectas de los escenarios y de la réplica de la Pinta que visitaríamos más tarde.

Nos adentramos en los mercados medievales, y tras atravesar puestos de todo tipo por fin encontramos lo que más nos interesaba en ese momento: comida y . Nos gustó tanto el bocadillo de chorizo que a media tarde repetimos.

Reconozco que al volver a casa me dio mucha pena comprobar que mis fotos no reflejaban muy bien el ambiente de las calles de Baiona, y para los espectáculos estábamos demasiado lejos… Algunas se han salvado, eso sí. Atención a la familia que paseaba ni más ni menos que una carabela en miniatura por las estrechas calles de Baiona. Sin desperdicio.

Y qué mejor manera de terminar nuestro paseo por la Arribada que subiendo a la Pinta. Aún recuerdo aquella vez que mis padres me llevaron a ver las réplicas de las tres carabelas en Sevilla, allá por 1992… Mi padre siempre recuerda lo mucho que me temblaban las piernas en aquella superficie tan inestable.

Pero bueno, 23 años después (!!) volví a subirme a una de ellas. Conseguí superar el canguelo inicial y pasear por allí sin muchos problemas. Hasta subí y bajé por alguna que otra escala. Allí salieron algunas fotos en las que sí se refleja un poco la gran cantidad de gente disfrazada por metro cuadrado que había aquél día, y con ellas despido este pequeño diario de mi primera Arribada.

El año que viene volveré (disfrazado, espero). ¡Hasta pronto!

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