Diarios de viaje

Roncesvalles
Julio de 2023
Capítulo I

España

Recuerdo haber cruzado el paso de Roncesvalles en al menos un par de ocasiones antes del presente verano: la primera, allá por 2016, al dirigirnos al país de los cátaros y a los extensos lagos del norte de Italia; la segunda, ya en sentido inverso un par de años después, mientras volvíamos de recorrer la bella costa bretona y los volcanes de Auvernia en un viaje que creó tantos recuerdos nuevos como otros revivió. Sin embargo, en ambas situaciones pasamos de largo, a pesar de lo mucho que prometían desde la carretera la fachada de aquella colegiata gótica y los imponentes albergues de peregrinos, tan enormes que parecían estar fuera de lugar en medio de aquel paraje.

Este año decidimos pasar allí la primera noche de un viaje destinado a visitar algunos lugares en la región central de los Pirineos como Saint-Lizier, Saint-Bertrand-de-Comminges o el Tourmalet. A pesar de que aquel día habíamos conducido gran parte del trayecto bajo un sol de justicia —sobre todo mientras atravesábamos «las colinas y las sierras calvas» de los campos de Soria—, conforme nos íbamos acercando a la frontera con Francia por las carreteras del norte de Navarra empezamos a ver cómo una espesa niebla se posaba sobre las cumbres pirenaicas.

Como era de esperar, cuando llegamos a las proximidades de Roncesvalles —una población situada a casi mil metros de altura sobre el nivel del mar— aquella niebla nos envolvió y apenas nos permitió ver las construcciones hasta que aparcamos el coche frente a la mencionada colegiata. Nos llevamos una gran alegría cuando al llegar a la oficina de información nos comunicaron que en diez minutos daría comienzo la última visita guiada del día, y que esta incluía todos los monumentos de la localidad a excepción de la iglesia. Evidentemente, nos apuntamos; ya habría tiempo más tarde de llevar las maletas al hotel.

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Warszawa
Abril de 2017
Capítulo II

Polonia

En diciembre de 2008 visité por primera vez la ciudad de París, y uno de los lugares que más me llamaron la atención de la capital francesa fue el cementerio de Père Lachaise, rebosante de tumbas de personajes ilustres. Una de las personas que estaba allí enterrada y cuya tumba me cautivó más fue la de Frédéric François Chopin, célebre compositor de música clásica que, a pesar de lo que pueda parecer por su nombre y su lugar de descanso final, no era francés sino polaco, natural de una aldea cercana a Varsovia llamada Żelazowa Wola, y su nombre de nacimiento era Fryderyk Franciszek Chopin (su padre sí que era francés —un emigrante llegado a Polonia en 1787—, de ahí su apellido). La tumba era más o menos austera, sobre todo comparada con otros mausoleos cercanos, pero muy elegante, y estaba decorada con la efigie del compositor y una escultura de Euterpe, la Musa de la música.

Tras aquella visita, me dio por leer sobre aquel lugar y descubrí que, si bien el cuerpo del compositor seguía allí enterrado, su corazón fue extirpado y trasladado a Polonia en 1850, un año después de su muerte, como parte de las últimas voluntades de su primitivo propietario. Como no podía ser menos, apunté aquel dato en mi mapa con el fin de visitar algún día el lugar en el que se custodia el corazón de Chopin: la iglesia de la Santa Cruz de Varsovia.

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Madrid
Enero de 2022
Capítulo I

España

Hacía casi ocho años que no paseaba por Madrid con la cámara a cuestas. La última vez fue en 2014, cuando decidí pasar algunos días allí con varios amigos motivado por un concierto de The Offspring. Además, aquella escapada me coincidió con los días posteriores a la coronación de Felipe VI y la ciudad estaba completamente engalanada para la ocasión, lo que me dio la oportunidad de realizar algunas fotos tan históricas como únicas (algunas de ellas las puse por aquí: Madrid - Junio de 2014). Desde entonces, siempre que he estado en Madrid ha sido para coger algún vuelo en Barajas, para ir a Sevilla en tren, o incluso para asistir a una boda, pero no para hacer turismo. La racha acabó en enero del pasado año; me habían invitado a dar una charla en un congreso que se celebraba en Ciudad Real y como para ir en tren desde Santiago hasta tan regia villa tenía que hacer por mi cuenta la conexión entre Chamartín y Atocha decidí dejar algunas horas de margen para recorrer ese trayecto a pie. Esto es lo que vi.

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Ploumilliau
Agosto de 2018

Francia

Ploumilliau es un pueblecito de Bretaña situado entre las ciudades de Lannion y Morlaix que cuenta con apenas 2500 habitantes. El nombre del pueblo contiene dos referencias bastante comunes en la región bretona: por un lado, el prefijo plou-, que significa parroquia; y por otro, milliau, referencia a san Milio de Cornualles —en francés, Saint Milliau—, cuasilegendario rey celta que a principios del siglo vi gobernó Bretaña.

Precisamente a san Milio está consagrada la iglesia desde la que se ramifican todas las calles del pueblo: un bonito templo gótico de granito construido durante el siglo xv y que cuenta con detalles típicos de la arquitectura religiosa bretona, como por ejemplo el campanario calado acabado en aguja octogonal, los contrafuertes cilíndricos que flanquean el campanario y algunos de los pórticos, o las gárgolas de temática fantástica. Nosotros aparcamos el coche en la amplia plaza que rodea a la iglesia, cerca del monumento a los caídos en las dos Guerras Mundiales y de la carnicería Ollivier, un comercio que lleva abierto más de doscientos años.

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Athína
Abril de 2019
Capítulo II

Grecia

Si bien la imagen de la Acrópolis la tenía bastante clara antes de visitar Atenas, del resto de la ciudad apenas había mirado nada. Lo que tenía claro era que quería visitar el Museo Arqueológico Nacional, pero como cerraba tarde lo dejé para el final y me dispuse a realizar una ruta a pie por los lugares más representativos que había visto en mi guía. Cerca de la salida de la Acrópolis me encontré con el Arco de Adriano, una puerta triunfal erigida en el 132 d. C. como conmemoración de la primera visita del emperador Adriano a la ciudad de Atenas. Fue construido con mármol del monte Pentélico, al igual que los monumentos de la Acrópolis, y sin usar ningún tipo de cemento o argamasa para fijar sus sillares. Por lo que he leído, originalmente contaba con varias columnas adicionales y con estatuas en el nivel superior, pero todo eso se ha perdido.

Desde aquel arco se entraba a los terrenos del Olimpeion o templo de Zeus Olímpico, el mayor templo de la Antigua Grecia. Originalmente contaba con 104 columnas corintias de 17 m de altura cada una —este fue el primer templo construido cuyas columnas exteriores pertenecían a este orden—, de las que solo dieciséis han sobrevivido hasta nuestros días. El precio para entrar en el recinto del templo era de 12€, un verdadero abuso sobre todo teniendo en cuenta que no hay nada más aparte de las columnas, y que esa misma mañana había pagado 20€ por la visita completa a la Acrópolis. Empezaba a darme la sensación de que aquel país intentaba salir de la crisis a costa del turista, así que entre eso y que en aquel momento me apetecía pasear por la ciudad, decidí pasar de largo y contentarme con verlo desde lejos.

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