MadridEnero de 2022Capítulo III
Ya con la cabeza puesta en llegar a Atocha lo antes posible, en la esquina sur del Estanque Grande pude ver la conocida como «fuente de la Alcachofa», obra de Ventura Rodríguez —el mismo arquitecto que diseñó las famosas fuentes de Cibeles, Apolo y Neptuno que se encuentran en el paseo del Prado—. En esta curiosa fuente se aprecia un grabado del escudo de Madrid, sostenido por un tritón y una nereida, así como una corona vegetal en lo más alto portada por unos angelitos y rematada por una alcachofa de granito, de ahí su nombre popular. La fuente data de 1781 y originalmente estuvo ubicada frente a la desaparecida Puerta de Atocha, hasta que fue trasladada al parque del Retiro en 1880 (hoy en día se puede ver una copia en bronce de la fuente en su emplazamiento original, frente a la entrada principal de la estación de tren).
Seguí avanzando por el paseo de Cuba, pasando cerca del Palacio de Cristal, uno de tantos exponentes de la llamada «arquitectura ferrovítrea» que se inspiraron en el Crystal Palace de Londres, un enorme e innovador pabellón de hierro fundido y hojas de vidrio que se construyó para la Exposición Universal de 1851 y que fue pasto de las llamas en 1936. El de Madrid es de 1887, obra del arquitecto Ricardo Velázquez Bosco, y en su caso fue levantado para albergar la Exposición General de las Islas Filipinas que tuvo lugar aquel año. De otras visitas recuerdo las fotogénicas vistas que se tienen del palacio desde el otro lado de su estanque, pero el tiempo apremiaba y todavía tenía algo que hacer por allí cerca.
Tenía pendiente un buen reportaje fotográfico de la fuente del Ángel Caído desde hacía muchos años, y no me pudo coincidir con una mejor luz. Este monumento se encuentra en la glorieta en la que confluyen el paseo de Cuba, el de Uruguay y el de Fernán Núñez, en un lugar que hasta 1812 ocupaba la Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro, destruida durante la guerra de la Independencia Española. La escultura que da nombre a la fuente representa a Lucifer o Satanás —un ángel que fue expulsado del cielo y desterrado al infierno por rebelarse contra Dios— y fue diseñada y realizada originalmente en yeso por el escultor madrileño Ricardo Bellver para la Exposición de Bellas Artes celebrada en Madrid en 1878. En el número de marzo de ese mismo año de la revista La Ilustración Española y Americana, que se puede encontrar en internet gracias a la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, hacen mención a la escultura y citan el pasaje de El paraíso perdido —el célebre poema narrativo de John Milton— en el que está inspirada: «…..Por su orgullo cae (Satán) arrojado del cielo con toda su hueste de ángeles rebeldes, para no volver a él jamás. Agita en derredor sus miradas, y blasfemo las fija en el empíreo, reflejándose en ellas el dolor más hondo, la consternación más grande, la soberbia más funesta y el odio más obstinado.»
Tal fue el éxito de la obra que el Estado decidió adquirirla con el fin de enviarla a París para la Exposición Universal de ese mismo año. Sin embargo, en dicha muestra solo se admitían esculturas de mármol o de metal, por lo que se le encargó al mismo Ricardo Bellver una reproducción en bronce de la original. Tras la finalización de la exhibición parisina, la nueva figura fue adquirida por el Museo Nacional del Prado, cuyo director tardó poco en darse cuenta de que ésta estaría mejor expuesta al aire libre que en una de las salas de la galería. Por este motivo, en 1885 se trasladó la escultura al parque del Buen Retiro, en donde se encuentra en la actualidad, tras habérsele encomendado al arquitecto Francisco Jareño la creación de un pedestal y una fuente a su altura.
La escultura muestra al demonio con las alas desplegadas caído sobre unas rocas, mientras clama al cielo tras su expulsión del mismo y se retuerce a causa del dolor provocado por la sierpe de varias cabezas que se enrosca en sus extremidades —criatura esta última que inevitablemente recuerda a las del grupo escultórico griego del Laocoonte que se conserva en los Museos Vaticanos, y que simboliza al mal adueñándose del cuerpo del ángel—. El pedestal de Francisco Jareño tiene forma de pirámide octogonal truncada, y en su base se pueden ver unas carátulas de bronce que, además de actuar como surtidores de agua, representan a varios diablillos en el proceso de cazar con sus garras bestias de todo tipo. Existe la creencia popular de que este monumento es el único del mundo que representa a Lucifer, pero mientras escribía esta entrada he descubierto que se trata de un mito y que hay otras esculturas que abordan la misma temática (no muchas, pero las hay; como por ejemplo la del Ángel Rebelde que se expone en los jardines interiores del Capitolio Nacional de La Habana, o la que corona el monumento al túnel ferroviario del Fréjus en la Piazza Statuto de Turín).
De la ya mencionada Real Fábrica de Porcelana del Buen Retiro no queda nada salvo una noria con la que me crucé en el paseo de Fernán Núñez de camino a la Puerta del Ángel Caído, la salida del parque más cercana a Atocha. Antaño formaba parte del sistema de abastecimiento encargado de proveer de agua a la fábrica y a los jardines circundantes, y está situada en lo que se conoce como Huerto del Francés, llamado así por haber sido el lugar de asentamiento de las tropas napoleónicas durante la guerra de la Independencia (de hecho, fue el duque de Wellington el que ordenó la destrucción de la fábrica tras la expulsión de los franceses de la zona, supuestamente para evitar que pudieran volver a establecer allí su base ya que era un terreno de gran importancia estratégica). La noria no fue descubierta hasta el año 2000, durante unas excavaciones arqueológicas, y tras una profunda y evidente restauración se puede ver a día de hoy funcionando las veinticuatro horas. No me detuve mucho; apenas tenía veinte minutos de margen para pasar los controles y montarme en el tren a Ciudad Real, así que tocaba poner fin a aquel paseo fotográfico por Madrid. Unos meses más tarde aprovecharía un transbordo de camino a Sevilla para recorrer la zona del paseo del Prado y visitar una muestra sobre el dibujante Hergé que se exponía en el Círculo de Bellas Artes, pero esa ya es otra historia.