Yosemite National Park
Julio de 2016

Estados Unidos

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“En cualquier paseo con la Naturaleza uno siempre recibe mucho más de lo que busca.”

—John Muir (1838 – 1914)

Parque Nacional de Yosemite, California

Tengo que reconocer que, como viajero, siempre he estado interesado en visitar ciudades, países, y diferentes culturas, y la mayor parte de mi empeño y esfuerzo ha radicado hasta hace poco en ir aumentando y consolidando mi pequeña colección de poblaciones visitadas. Sin embargo, hubo un momento en mi vida en el que me di cuenta de que los asentamientos humanos, con toda la diversidad de la que hacen gala, no deberían ser mi única prioridad a la hora de organizar un viaje. Reconozco que a mí ese momento me llegó bastante tarde: tenía 29 años cuando, aprovechando un desplazamiento a Los Ángeles por cuestiones de trabajo, decidí hacer una escapada de varios días en coche por el centro de California visitando varios de los parques naturales que allí se encuentran. Tras quedarme perplejo con las desiertas e inhóspitas planicies del Valle de la Muerte y con las imposibles formaciones salinas del Lago Mono, y pensar que ya no vería nada como aquello, llegué inocentemente en coche al puerto de Tioga, una de las múltiples entradas del Parque Nacional de Yosemite, situado en las laderas orientales de la Sierra Nevada californiana.

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Antes de llegar al parque de Yosemite, la carretera del puerto de Tioga atraviesa el bosque nacional de Inyo, hogar de varios lagos alpinos y del Monte Whitney (4,421 m), el punto más alto de los Estados Unidos contiguos. Me obligué a parar en uno de esos lagos, llamado Lago Tioga, que se encuentra a unos 3,000 m sobre el nivel del mar (casi nada). Lo primero que me sorprendió fue que el lago se encontrara muy cerca de la línea arbórea, el límite que marca el hábitat en el que los árboles son capaces de crecer; y lo segundo, que había bastante nieve en las montañas. Vale que estaba dentro de lo que se conoce como Sierra Nevada, y que la altitud era elevada (aunque en ese momento la desconociera por completo), pero era 2 de julio y hacía menos de dos horas que había abandonado las inmediaciones del Valle de la Muerte, uno de los lugares más tórridos del planeta y en el que justo el día antes me había encontrado a más de 50 ºC. El contraste era descomunal.

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Pero lo mejor sin duda estaba por llegar. Dicen que la mejor manera de internarse en el valle de Yosemite por primera vez es por el túnel de la entrada sur, y recibir de golpe la imagen con la que abro esta entrada. En mi caso, al haber entrado por el puerto de Tioga, llegué al área occidental del Valle de Yosemite sin ser capaz de apreciar muy bien donde me estaba metiendo. De pronto, entre la frondosa vegetación empezó a vislumbrarse una inmensa formación rocosa de casi un kilómetro de altura (unas tres veces la Torre Eiffel…). Este colosal monolito, cómo no, tiene nombre propio, El Capitán, y es uno de los desafíos más famosos de escalada a nivel mundial. Su pared de granito tiene marcadas decenas de rutas por las que ascender a la cima, de las cuales la más transitada es conocida como The Nose (~la nariz). El curioso nombre de El Capitán (no lo he traducido, en inglés también se llama así pero sin el acento) se lo puso el Batallón Mariposa, primeros euroamericanos en llegar al valle allá por 1851 y que tradujeron el nombre que los nativos americanos le habían dado en la lengua Miwok a la pared rocosa: Totockahnoolah (el jefe).

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El valle de Yosemite estuvo habitado originalmente durante más de 3,000 años por nativos americanos, que se llamaban a sí mismos los Ahwahneechee (los moradores de Ahwahnee, lit. la gran boca, en referencia al valle). Durante la fiebre del oro de California, a mediados del siglo XIX, fue precisamente el Batallón Mariposa, compuesto en su mayoría por mineros, el que tras numerosas batallas forzó a los habitantes originales del valle a abandonar el lugar. El nombre Yosemite, que significa asesinos en la lengua Miwok, hace referencia a una tribu renegada de los Ahwahneechee que fue perseguida y aniquilada por dicho batallón.

Durante los años siguientes, los primeros euroamericanos que visitaron el valle de Yosemite fueron propagando a los cuatro vientos las maravillas del lugar, y el turismo fue creciendo de forma insostenible en poco tiempo debido evidentemente a los intereses comerciales. Sin embargo, gracias a dos importantes personajes históricos, el parque pudo conservarse y llegar a nuestros días en un magnífico estado. El primero de ellos, Galen Clark, tuvo la iniciativa de presentar al congreso de los Estados Unidos un proyecto de ley por el cual el Valle de Yosemite pudiera ser preservado y protegido. Esta ley, conocida como la Concesión de Yosemite, fue firmada por el presidente Abraham Lincoln el 30 de junio de 1864. Su importancia es indiscutible, ya que sentó el primer precedente por el cual el estado limitaba una región natural para su preservación y uso público, y propició la creción de los primeros parques nacionales. El segundo, el naturalista John Muir, precisamente al que le debemos la bonita cita con la que abro esta entrada y que tan bien describe mi experiencia allí, consiguió gracias a su reiterado activismo la creación, entre otros, del Parque Nacional de Yosemite en el año 1890. Finalmente, en el año 1984 Yosemite fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, pero a esas alturas poca propaganda le hacía falta al parque ya para ser mundialmente conocido, al contrario que pueda pasar con otros lugares de la lista.

Siguiendo con mi visita, tras pasar El Capitán y continuar adentrándome en el valle, pude ver desde la carretera el Salto de Yosemite (Yosemite Falls), una impresionante cascada de más de 700 m de caída y la más alta de todo el parque. El recorrido hacia el interior del valle fue bastante lento, ya que era justo el fin de semana del 4 de julio, probablemente el peor momento del año para hacer turismo por Estados Unidos. Sin embargo, lo que veía a mi alrededor era tan espectacular que poco me importaba tener que hacer una cola continua de coches para llegar al centro del valle. Mejor, incluso, así podía admirar con tiempo el paisaje. Una vez en el valle, se divisaba a lo lejos la montaña estrella del parque, llamada Half Dome (~media cúpula) por su aparente forma de domo.

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Al salir del valle llegué al punto de observación que mencionaba antes: Tunnel View (~vista del túnel). Había muchísima gente y el aparcamiento era muy reducido, pero tuve la suerte de encontrar un hueco para poder ver aquel memorable panorama con tranquilidad, sin el cual aquel día no habría sido el mismo. Desde allí se puede ver como El Capitán y otra de las cascadas, el Salto Bridalveil, abrazan al valle, cuya inmensidad se abre hacia el este hasta encontrarse con el famoso Half Dome.

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Tras atravesar finalmente el túnel, tomé la carretera que lleva a los dos miradores más famosos desde los que admirar el valle desde lo más alto: Washburn Point y Glacier Point, pero debido al escaso aparcamiento que había aquel día solo pude acceder al primero de ellos. Allí descubrí que la icónica silueta que le da su nombre a Half Dome es en realidad un efecto óptico que se tiene desde la perspectiva del valle, tal y como se puede apreciar en las fotos. A la derecha de Half Dome se podía observar también cómo el río Merced, el más importante de los tributarios que atraviesan Yosemite, hace su espectacular entrada en el valle. Dos cascadas consecutivas, Nevada Falls y Vernal Falls, escupían el caudal del río con una violencia que antes sólo había visto en los aliviaderos de una presa.

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Aquella fue mi última imagen de Yosemite, y el mejor de entre los muchos recuerdos que tengo de una breve pero intensa visita que cambió para siempre mis preferencias a la hora de organizar mis viajes. Espero poder actualizar esta entrada en un futuro, no excesivamente lejano por favor, contando cómo en mi segunda visita al parque nacional de Yosemite pude ver aquellas cascadas de cerca, recorrer kilómetros y kilómetros de rutas de senderismo, alojarme en alguna de sus zonas de acampada y, ¿quién sabe?, subir a lo más alto de Half Dome.

Referencias / Información adicional

Relatos de otros viajeros

4 Comments

  1. Vaya entrada espectacular… Me he quedado sin palabras para describir la emoción que producen tus bellas fotografías, sin duda representativas sólo en parte de la belleza de un sitio tan singular. Es uno de los lugares que no me gustaría quedarme sin contemplar.

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