Sábado, 26 de julio de 2014
Tras entrar en Cataluña y atravesar el Delta del Ebro, llegamos por fin a Tarragona, una ciudad de unos 133.000 habitantes rebosante de historia que se encuentra en el sur de Cataluña, en el centro de la Costa Daurada.
Lo que más nos interesaba a la hora de visitar Tarragona era su catedral gótica (la Catedral de Santa María) y por supuesto las ruinas de la antigua Tarraco, ciudad fundada por los romanos y muy ligada a la historia de los Escipiones.
Tarraco llegó a ser capital de una de las provincias que fundara Roma en la Península Ibérica tras las guerras contra los cartagineses, la Hispania Citerior, y todo el Conjunto arqueológico de Tarraco que ha llegado a nuestros días fue declarado Patrimonio de la Humanidad en el año 2000.
Nosotros nos decidimos por visitar primero la catedral, así que intentamos llegar lo más cerca posible a ésta. Tras perdernos un poco por los bulevares, aparcamos en una zona azul en la Pla de Palau, entre la sede del Arzobispado y el Museo Diocesano.
Llegamos a la fachada principal, en la Pla de la Seu, que al estar inacaba tiene una forma muy original y reconocible. Creo recordar que la única entrada posible estaba en uno de los laterales de dicha fachada, pero no me hagáis mucho caso… Nos costó unos 20€ en total entrar a los cuatro (un poco caro para mi gusto, pero bueno… las hubo mucho peores).
No me gustaría entretenerme hablando de sus innumerables capillas y la gran cantidad de patrimonio que tiene dentro, sin contar con la arquitectura del edificio (me gustaron especialmente la bóveda interior del cimborrio y toda la zona del claustro). Simplemente decir que es una de las iglesias que más merece la pena visitar de toda Cataluña, y espero que las fotos os den una pequeña idea de el porqué.
Al salir de la catedral volvimos a al coche y lo aparcamos de pura suerte en la Vía Augusta, a escasos metros del anfiteatro. El nombre de esta avenida viene de una de las calzadas más importantes de la Hispania romana, y la más larga. Llegaba desde Gades (Cádiz) hasta Narbo Martius (en la actualidad Narbona, Francia) y por supuesto pasaba por aquí, por Tarraco. De hecho, al salir de Tarragona visitamos el arco romano de Roda de Berà, uno de los pocos testigos que quedan de dicha calzada.
El Anfiteatro de Tarraco, de planta elíptica, podía dar asiento a unos 14000 espectadores, y tiene dos particularidades que lo hacen único: está construido justo al lado del mar, y en su interior se encuentran los restos de una iglesia románica construida sobre otra visigoda. Esta última se construyó en el s. XII y estuvo en pie hasta el año 1915, una pena.
Los jardines que hacen de antesala al anfiteatro, el Parc del Miracle, también nos gustaron mucho y están perfectamente cuidados.
Por último, volvimos al coche para cumplir el último objetivo que nos habíamos propuesto en Tarragona: el Acueducto de les Ferreres (o Pont del Diable), uno de los acueductos romanos mejor conservados de España. Se encuentra unos 4 km al norte de la ciudad, rodeado por un gran parque, y mide 217 m de largo y 27 m de altura.
Se puede aparcar con el coche muy cerca, en la entrada del parque, y sólo hay que andar un par de minutos hasta llegar al acueducto. La visión es espectacular, y se convirtió al momento en uno de mis acueductos favoritos junto con el de Segovia y el de los Milagros en Mérida (vale, también me gusta mucho el que pasa cerca de mi casa en Sevilla: los Caños de Carmona ^^). Además, prácticamente todos los que había visto estaban en medio de la ciudad, mientras que éste atraviesa un valle lleno de vegetación. Imprescindible, merece la pena darse el paseíto.
Así concluye nuestra breve visita a Tarragona, que entró en la lista de ciudades a las que no me importaría volver y ver más tranquilamente. Ese día todavía nos quedaban varias cosas por ver: el arco de Roda de Berà, la Giralda de l’Arboç, Sitges… espero ir contándolo todo poco a poco. ¡Hasta pronto!
Preciosas las fotos. ¡Cuántas cosas vimos en Tarragona!
En Tarragona y ese día. Lo aprovechamos bien…
Que bonito Tarragona,me he vuelto a acordar de muchas cosas. Me gustó mucho el anfiteatro, sobre todo por sus vistas al mar.
A mí lo que más me gustó fue el acueducto, pero las vistas desde el anfiteatro eran geniales también!
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