Una hierática y elegante escultura de bronce nos dio la bienvenida a Guimarães, la ciudad donde, según cuenta la historia, nació Portugal. Habíamos dejado el coche en un aparcamiento subterráneo bajo el Largo de Mumadona, una extensa plaza gobernada por el Palacio de Justicia, y nada más salir a la superficie nos encontramos con la mencionada estatua, que representa precisamente a la condesa Mumadona Dias —conocida alternativamente en castellano como Muniadona Díaz— que da nombre a la plaza.
Llegamos a Lugo a la hora de comer, tras haber visitado esa misma mañana el templo romano de Santa Eulalia, en la cercana aldea de Bóveda de Mera. Aunque aparcamos el coche en una calle algo apartada del centro, Lugo es una ciudad relativamente pequeña —unos 100.000 habitantes— y no tardamos mucho en llegar a su muralla romana, el indiscutible símbolo de la ciudad. Veintidós años atrás, en el verano del 2000, tuve la oportunidad de conocer Lugo como parte de mi primera visita a Galicia, pero en aquel momento la ciudad estaba apoyando la candidatura de la muralla como Patrimonio de la Humanidad y sus habitantes decidieron, por alguna razón, cubrir todo su perímetro con libros, por lo que no pude contemplarla en todo su esplendor. Al fin, más de dos décadas después, pude desquitarme.
La Plaza de La Comédie, llamada así por la ópera decimonónica de estilo italiano que preside uno de sus extremos, es el centro neurálgico de la ciudad francesa de Montpellier. También es conocida localmente como la plaza del huevo (place de l'oeuf), en alusión a la curiosa forma del antiguo espacio peatonal que rodea a su fuente, más apreciable desde las alturas que a pie. Aparte de por su función como cruce de caminos (varias de las principales avenidas y bulevares de Montpellier desembocan aquí) su importancia llegó sobre todo a finales del siglo XIX con la construcción de la cercana estación ferroviaria de Montpellier Saint-Roch.
La Mole Antonelliana, símbolo arquitectónico de Turín
Originalmente concebida como una sinagoga, la Mole Antonelliana es probablemente la estructura más reconocible de Turín, sobresaliendo con una altura de casi 170 metros por encima del resto de edificios notables de la ciudad. Su construcción comenzó en 1863 con el objetivo de dar un lugar de encuentro a la creciente población judía de Turín, por aquel entonces capital de la recién unificada Italia.
Sin embargo, el cambio de la capitalidad a Florencia en 1864 y las crecientes tensiones entre la comunidad judía y el arquitecto encargado del proyecto, Alessandro Antonelli, derivaron en la cancelación temporal de su edificación. Tuvieron que pasar veinte años para que la ciudad de Turín retomase los planes originales de Antonelli, con el objetivo eso si de dedicar el edificio a Victor Manuel II, el Padre de la Patria (que, por cierto, nació en Turín) en lugar de designarlo como sinagoga.
Abadía de San Pedro y San Pablo
Hirsau, Alemania. 1 de abril de 2013
Que te llegue la típica página de 'Los nó-sé-cuántos lugares abandonados más impresionantes', buscar sus localizaciones, y descubrir que seis días más tarde vas a pasar con el coche al lado de uno de ellos no tiene precio. Eso es lo que me pasó con la Abadía de Hirsau, un monasterio benedictino abandonado y perdido entre las montañas del norte de la Selva Negra alemana.
Ese día me tocaba atravesar en coche y en solitario toda la Selva Negra desde Friburgo hasta Karlsruhe, y a la altura de Calw me paré en la pequeña aldea de Hirsau, en donde se encontraba la abadía. Acabo de ver las casi doscientas fotos que hice en aquellas ruinas (verás ahora para seleccionar las que ponga en la entrada), y me ha parecido volver a aquel lugar mágico en mitad de aquellos impresionantes paisajes.
La Abadía de San Pedro y San Pablo (en alemán: Kloster St. Peter und Paul) de Hirsau fue uno de los monasterios benedictinos más importantes de Alemania y uno de los centros en los que se llevó a cabo la reforma de la Orden de Cluny. Por desgracia, a día de hoy sólo se conservan algunas ruinas, ya que en 1692 durante la Guerra de los Nueve Años este complejo monacal fue devastado por los franceses al mando del Conde de Mélac y nunca llegó a ser reconstruido.